Por qué las películas más criticadas en streaming se convierten en grandes éxitos de audiencia
El fenómeno del hatewatching revela cómo películas mal valoradas atraen grandes audiencias en plataformas, impulsadas por marketing y la búsqueda de conversación entre usuarios.
Un fenómeno que parece crecer en el universo del streaming es el gusto del público por películas con críticas negativas. La tendencia de "hatewatching", que consiste en ver y comentar películas que son despreciadas, ha tomado fuerza en plataformas como Netflix, donde algunos de los títulos menos valorados han logrado cifras sorprendentes de audiencia. Esto podría parecernos contradictorio, ya que usualmente se espera que las producciones más vistas sean también las más aclamadas por la crítica.
Un fenómeno de consumo audiovisual
Recientemente, la revista Variety publicó datos que evidencian esta tendencia. Por ejemplo, el filme La madre de la novia, que registró un crítico puntaje de apenas 13% en Rotten Tomatoes, logró acumuló 77,7 millones de espectadores. Similar éxito tuvo la película de ciencia ficción Atlas, que con un 19% de aceptación atrajo a 77,1 millones de personas. La discrepancia entre los datos de audiencia y las críticas es notable y plantea preguntas sobre los hábitos de consumo actuales en plataformas de streaming.
Otro caso interesante es el de Damsel, protagonizada por Millie Bobby Brown, que acumuló más de 143 millones de espectadores, a pesar de obtener solo un 56% de aprobación. Esto sugiere que el interés del público no siempre se alinea con la calidad percibida por los críticos. En general, de las diez películas más vistas en Netflix, siete son originales de la plataforma, lo que evidencia su poder en el campo del entretenimiento.
¿Por qué consumimos películas "malas"?
Lo que parece evidente es que no se puede afirmar que la gente se sume a Netflix para ver películas que odia. Sin embargo, el contexto en el que se consumen estas producciones es más complejo. Por un lado, hay que considerar que la cantidad de espectadores se cuenta apenas tras unos minutos de visionado, por lo que no se puede asegurar que todos hayan visto los films en su totalidad. Esto significa que, incluso si las métricas indican una cantidad elevada de visualizaciones, no sabemos si todos los espectadores disfrutaron realmente del contenido.
Adicionalmente, el modelo de suscripción mensual facilita que los usuarios se aventuren a ver una "mala película", sin la presión de pagar por una entrada específica. La idea de navegar entre opciones disponibles, similar al "zapping" tradicional, promueve la exploración de contenido que, de no ser tan accesible, podría ignorarse. Así, durante la preparación de una cena o la espera de que hierva agua, el suscriptor puede optar por consumir estos films de calidad cuestionable.
Otro aspecto relevante es el papel que desempeña la conversación social en torno a estas producciones. Para muchos, una película puede adquirir más relevancia a través de la interacción en redes sociales, donde el debate y el comentario son cruciales. Las películas consideradas "malas" pueden generar mucho más diálogo, elevando su perfil en el ámbito virtual. La calidad percibida puede ser secundaria a la relevancia cultural de ser parte de la conversación.
De este modo, títulos como Atlas no solo se consumen por la curiosidad de ser "tan malas que son buenas", sino también porque su premisa puede convertirse en un fenómeno de discusión en redes. La fusión de grandes estrellas, efectos especiales y tramas que parecen sobrecargadas, llamaron la atención de una audiencia que busca, entre otras cosas, contenido que genere interacción.
Ted Sarandos, CEO de Netflix, ha definido esta visión al afirmar que tener "mucho de todo" es clave para su estrategia. Esto significa que no se trata solo de ofrecer películas de calidad, sino un gran catálogo que sonríe a los impulsos de los espectadores por encontrar contenido, independientemente de su calidad. Este enfoque ha sido imitado por otras plataformas, como Disney+, que también han comenzado a ofrecer títulos que pueden considerarse de menor calidad, pero que aún generan interés.
La dinámica actual del streaming revela que **una mala película** puede ser, irónicamente, un buen negocio y que, a través de su inclusión en catálogos masivos, se permite que las audiencias las vean y comenten, reafirmando su valor en el ecosistema del entretenimiento.